Foto: Gerd Altmann

La fotografía y la crisis de mirar

No hay necesidad de retroceder en el tiempo, en las redes sociales de la semana pasada, entre publicaciones sobre gatos, comidas y paisajes, hay imágenes no tan tiernas, sabrosas y hermosas. Es común encontrar fotos algo perturbadoras para ciertos espectadores. Como adultos es posible de cierta manera, tolerar estos tipos de contenidos sensibles, aunque la tendencia sea olvidar hechos que están lejos del alcance para resolver.

A esta situación se suman los desafíos que implica la pandemia, así como también violencia, terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, crisis migratorias, refugiados, terrorismo, entre otros. En todos los casos antes expuestos, los niños son parte, en mayor o menor medida, del devastador impacto de los conflictos en su salud mental. ¿Es posible controlar esta situación y ayudarlos? Por supuesto que sí.

Foto de Pixabay

Como padres debemos vigilar lo que ven nuestros niños. Y como observadores, tenemos la opción de cuestionar lo que nos hacen sentir las imágenes de los horrores que están sucediendo. Piense en el impacto que las gráficas tienen en los niños. Y es peor cuando son ellos los protagonistas. Se han creado debates por redes sociales, donde abordan las implicaciones éticas de documentar y compartir fotografías tan explicitas de niños bajo estas circunstancias.

Recordemos el triste caso del niño refugiado sirio que muere ahogado y es encontrado en la ciudad costera de Bodrum. Algo horrible que no podemos ignorar, invita a reflexionar en el dolor que sufren las personas debido a la crisis de refugiados que está ocurriendo por todo el mundo. Es una imagen con efectos y consecuencias.

Sobre los aspectos de la vida de las imágenes, las emociones y sentimientos, Joan Fontcuberta en su obra Indiferencias fotográficas y ética de la imagen periodística, menciona: “Las fotos nunca viven aisladas: echan raíces en un sitio o se mudan, se supeditan a usos y palabras, se conectan a otras imágenes y engrosan imaginarios colectivos, y se someten a momentos históricos y economías. Hay que entender a ese complejo entramado para descifrar cómo se sienten las fotografías y cómo las fotografías hacen que nos sintamos nosotros”.

Es necesario informarse para saber lo que está sucediendo en todo el mundo, pero esto no debe ser motivo en el uso de imágenes impactantes con el propósito de llamar la atención sobre las tragedias y ganar “me gustas”.

En algunas redes sociales está la posibilidad de advertir sobre el contenido sensible que se publica. Sin embargo, hay otras como Twitter y Facebook que no permiten aplicar este tipo de alerta, simplemente aparece la fotografía y te golpea visualmente.

En la actualidad todos somos medios, gracias a la posibilidad de registrar y comunicar con inmediatez a través de los teléfonos inteligentes. Evidencia, el ataque contra un campamento de migrantes en Chile el pasado sábado 25. Sobre este evento, hay una fotografía que se hizo viral en redes sociales y que resume todo el dolor que se experimenta por la xenofobia: un niño en primer plano señala a alguien, mientras grita, llora y sostiene en brazos a su mascota. Detrás de él, la barbarie del odio.

“Las fotos nunca viven aisladas: echan raíces en un sitio o se mudan”

Joan Fontcuberta

Hay fotógrafos que poseen el poder de visualizar el dolor psicológico, invisible para muchos, indiferentes para otros, que sufren estos niños. Es el caso de Samir Aponte, fotoperiodista venezolano en Anzoátegui, decidió por su cuenta ayudar a través de la fotografía a niños en condiciones de extrema pobreza y vulnerabilidad, ubicados en el sector Las Bateas de Maurica. Aponte sentía como profesional que no estaba aportando lo suficiente para el país y su comunidad, por lo que asume el proyecto “Cambiando rutinas: niños reporteros” que busca afianzar los valores y bienestar mental para los niños alejados de la educación. Practicando la fotografía da apoyo psicosocial para superar sus traumas, y lograr la inserción social.

En Turquía el profesor Serbest Salih optó por enseñar fotografía a los niños, la mayoría de ellos en condición de refugiados. A cada uno les entregó cámaras analógicas y enseñó las técnicas y lenguaje fotográfico. Para Salih, los resultados fueron impresionantes: “Cuando empiezan a usarlos, sucede algo mágico. Empiezan a mostrar el mundo en el que viven a través de sus propios ojos. La gente piensa que, si le das una cámara a un niño refugiado, los resultados serán tristes, pero en cambio, la mayoría de estas fotografías tienen que ver con la alegría. Son pequeños momentos de felicidad privada”.

En este momento, nos encontramos entre angustias que pudieran hacer perder el enfoque en la vida. Lo importante es el apoyo y amor incondicional que algunas personas con un espíritu como el de Aponte y Salih ofrecen, en especial para los niños que están padeciendo lo que muchos de nosotros no llegamos a experimentar. La fotografía es uno de los medios beneficiosos para superar traumas. Al fomentar autoconfianza, creatividad, autoexpresión, regular el estrés y mejorar el estado de ánimo, te sentirás más feliz si la practicas.

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