Entre lo inédito y lo común: la fotografía de José Sigala

Desde el 27 de mayo hasta la primera semana de septiembre de este año, el Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia acoge una muestra fotográfica de José Sigala, un artista que retrató con su lente la vida y la cultura de los Estados Unidos, República Dominicana y Venezuela. La exposición incluye libros y catálogos de sus obras, así como una selección de su colección de arte popular.

Entrevista publicada en el suplemento Papel Literario de El Nacional. 17.9.2023

https://www.elnacional.com/papel-literario/entrevista-a-carlos-eduardo-lopez-la-fotografia-de-jose-sigala/

La fotografía es un arte que atrapa la esencia de la realidad y la moldea en una expresión personal. Así lo evidencia la obra de José Sigala (Barquisimeto, 1940-1995), galardonado con el primer premio nacional de fotografía en 1990, artista venezolano que indagó en diversas personalidades y lugares con su lente, legando un conjunto de imágenes que revelan su mirada del mundo. Con el propósito de impulsar el reconocimiento del patrimonio fotográfico del estado Lara, el Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia y la Fundación Fototeca de Barquisimeto presentan la exposición “José Sigala, inédito y común”, que congrega una selección de fotografías realizadas por el autor entre 1963 y 1994.

Carlos Eduardo López, curador y fundador de la Fototeca, ha escogido como figura emblemática a José Sigala, quien imprimió una huella indeleble en el ámbito de la imagen. La muestra ofrece un recorrido por la trayectoria y la estética de este artista larense, además de exhibir objetos, obras conocidas e inéditas, que abarcan desde retratos familiares hasta paisajes y moda.

¿Qué criterios usaron para seleccionar las obras de Sigala que querían mostrar?

–En el proceso de investigación y revisión de la obra de Sigala, nos sorprendió una riqueza absolutamente desconocida. Aunque se han realizado tres publicaciones sobre él, muchas de sus obras seguían inéditas y de allí el nombre de la muestra “Sigala inédito y común”. Lo inédito es su conexión con lo popular, con lo interiorano, con su búsqueda familiar constante. Y lo común son sus libros sobre la farándula y la sociedad caraqueña. Todo ello se combinó y nos llevó a escoger un grupo de imágenes, que, aunque eran de personajes ya conocidos, mostraban otro perfil.

Para realizar esta selección, se hizo una revisión exhaustiva de este archivo, que contiene doscientos treinta mil negativos. Entre las obras que se exhiben aquí, hay muchas que fueron copiadas por el propio José Sigala y que nunca se habían mostrado. Por ejemplo, en 1974 documentó los cabarés en República Dominicana, y sus obras son absolutamente inéditas. Son 4 originales del autor, de calidad no muy alta.

¿Qué relación hay entre la fotografía y la orfebrería en la obra de Sigala?

–Además de su pasión por la fotografía, Sigala tenía un corazón de creador y orfebre. De hecho, se inició en la fotografía para documentar sus trabajos como orfebre, ya que había estudiado esa disciplina y se mantuvo activo en ella por mucho tiempo, participando en varios salones de orfebrería. La muestra empieza con un anillo que simboliza ese vínculo entre ambas artes. También se exhiben una serie de trabajos iniciales que nunca se habían mostrado, donde se aprecia su preocupación como esteta de la fotografía. Realizaba unas sesiones extensísimas de los personajes y las pasaba a copias de contacto, una práctica que para las nuevas generaciones es casi desconocida. Es una forma también de reeducar y retomar el conocimiento de nuestros autores.

Otro aspecto que también tomamos en consideración fue su gran labor como promotor de la fotografía en Venezuela, las múltiples exposiciones que realizó e impulsó, y también la obra editorial. Nos pareció preocupante que, por ejemplo, en los libros que se han hecho, haya pocos rastros del trabajo que hizo a nivel periodístico. Sin embargo, Sigala realizó más de 240 portadas de revistas nacionales e internacionales. Entonces, para nosotros también era un reto documentar todas estas colecciones, mostrar ese perfil de él como promotor de las artes y culturas, y su vinculación con el periodismo que fue bastante estrecha. Solo la ubicación de esas revistas nos llevó entre uno y dos años de trabajo.

Recordemos que Sigala fue un fotoperiodista pionero, que rompió con el esquema de la fotografía subordinada al texto, y le otorgó un rol protagónico y transformador al lenguaje visual. Su trabajo tuvo una gran influencia en el periodismo venezolano, que aún no se ha valorado suficientemente. Además, fue un innovador en el género del fotorreportaje, donde una imagen podía narrar una historia por sí misma. Estuvo a la vanguardia de su época. En el fondo, Sigala fue un precursor del fotoperiodismo en Venezuela.

A pesar de todo, él se sintió rechazado por grupos culturales de Caracas, que le cerraban las puertas a su trabajo fotográfico. Para poder publicar sus fotos con más libertad, tuvo que usar un seudónimo que ocultaba su identidad.

¿Por qué cree que sintió rechazo o indiferencia del ambiente cultural de Caracas y cuál era su seudónimo?

–Sigala tenía una enorme contradicción con todo este mundillo que le reclamaba a los fotógrafos el compromiso social. Que le decían que la fotografía debía estar al servicio de la causa, quienes buscaban mostrar los mayores conflictos y sinsabores que existían en la sociedad. Antonieta Pérez, era su seudónimo y lo usó en varias ocasiones en la revista Pandora, y el suplemento Séptimo día. Como te digo, el sobrenombre existe por las contradicciones que él mantuvo con toda la creación venezolana fotográfica de la época.

¿Hay alguna obra de orfebrería de Sigala en la muestra?

–Solamente tenemos fotografías. La orfebrería que él realizó, como anillos, tiaras, coronas y pulseras, se perdió cuando fue saqueada la finca Santa Rita. Allí también se llevaron muchas de sus fotografías. Todo eso debe estar en manos de alguien que no sabe lo que tiene.

¿Qué impacto esperan tener en las nuevas generaciones con esta exposición de fotografía analógica?

–Para nosotros era un deber hacer reconocer a las nuevas generaciones a un fotógrafo que llevaba 26 años sin mostrar su obra. No solo en el caso de Sigala, sino también de muchos otros premios nacionales. Esto es importante para que las próximas generaciones accedan a esta obra, porque los educa, los acerca a la historia de la fotografía y los aproxima a saber cómo se construyen miradas. Aquí estamos hablando de una exposición totalmente analógica, pues todo fue obtenido a partir de pequeños y medianos formatos. Y el trabajo, por ende, era mucho más exigente. Estamos hablando, por ejemplo, que, para una sesión de las hermanas de La Rosa, realizó 40 rollos fotográficos.

Después de 26 años de ausencia del trabajo de José Sigala, ¿qué visión y propósito tiene con la muestra?

–A lo largo del tiempo, he desarrollado un gran interés por la obra de Sigala, por múltiples razones. Primero lo conocí, conozco su obra, aunque no toda, porque hay piezas inéditas que ni yo conozco. Considero necesario retomar, no solo en lo individual, sino como institución dedicada a la preservación de la memoria fotográfica, la obra de todos nuestros premios nacionales, porque son trampolines fundamentales para acceder a nuevos espacios y el conocimiento de futuras generaciones. También para impulsar la creación. Todos nuestros premios nacionales son espejos que realmente deberían servir para los nuevos fotógrafos.

Utilizo a Sigala con ese fin, con todo ese carisma y bagaje que tiene su obra, pero me encuentro con enormes dificultades para acceder a espacios, más en Barquisimeto. Aquí, en el estado Lara, de los 23 museos y espacios expositivos que había en la década de los 90, en la actualidad deben tener abierto unos tres o cuatro, no más de eso. Todas las galerías privadas desaparecieron, no hay galería ni espacios expositivos dignos. Y eso complica muchísimo también la difusión del lugar donde se ejecutó esta obra.

Aquí tú le preguntas a cualquiera sobre Sigala y se van por las ramas. Con la calificación de la enfermedad que lo sometió, y eso no puede caracterizar a un autor. No se debe, bajo ningún punto de vista. Y esta sociedad tan simplista se ha conformado con esto. Porque el problema es que el simplismo no es solamente en la provincia, el simplismo también vive y reside en la vanidad caraqueña. Es sumamente caótica.

¿Qué hay de Caracas?

–La falta de estímulo, la falta de espacios, el rompimiento de ciertas estructuras que terminan por convertirse en mafias culturales, no solo públicas, también privadas. Entonces, terminan conteniendo el espacio y la creación. Lo que se ve es lo que ellos tienen, lo que quieren mostrar y eso no pasa con lo que deberían mostrar, porque no tienen compromisos. Lo que en algún momento fue elemento disolvente, en este caso, es un elemento aglutinador. Todos se aglutinan en torno a lo malo.

Y a veces me parece que puedo ser hasta un poco duro o quizás no termina de gustarles lo que digo a ciertos sectores. Pero tampoco lo digo con intención de degradar, sino que me parece que es difícil para cualquier promotor cultural de la provincia estar con ese paseo eterno que significa recorrer y tocar las puertas de todos los espacios para plantearles determinados proyectos o para hacerles conocer obras que, por mejores calidades y condiciones que tengan, nunca van a poder ser apreciadas porque carecen de la visibilidad que hay en la cultura caraqueña, que ahora es fundamental: la propiedad sobre el objeto. Eso es otro problema también: la comercialización del bien cultural. Eso atenta contra el patrimonio.

¿Tienen planes de llevar la muestra a otras ciudades?

–Por supuesto, queremos llevar las obras a otras regiones, siempre y cuando existan las condiciones adecuadas para su exhibición. Estamos hablando de obras originales, piezas únicas, que requieren de condiciones particulares para su preservación y exhibición. Eso es lo más importante: contar con buenas condiciones.

Menciona que conoció a Sigala ¿Cómo describirías su personalidad?

–José era un fotógrafo arrogante y difícil, como lo demuestra su extensa colección de autorretratos. Se

calcula que hay más de 600 autorretratos de él mismo, tomadas a lo largo de su carrera. Te das cuenta, que él mismo era quien mejor se miraba. ¡Caramba! Parecía que nadie lo miraba mejor que él, ni lo satisfacía más que su propia imagen. Era un personaje realmente complicado, renuente y complejo.

Pero en el fondo, su obra es contradictoria con eso, porque hay algo interesante, aún con todos los problemas que él pudo tener con su familia, en su obra aparece íntegramente todos; desde su abuelo, tíos abuelos, sus padres, sus hermanos y todos sus sobrinos. Fue un familiar estupendo, muy amoroso más bien. Muy cercano a todos ellos. Su obra lo testimonia, da cuenta de eso, que él era así.

También fue muy difícil aceptar para sus padres. Ellos eran unos comerciantes y agricultores de Curarigua que no comprendían la forma de su vida. Él buscaba su aprobación, pero nunca la consiguió. Eso lo llevó a tener un desencuentro con su identidad, que lo hizo cambiar su primer nombre, Alirio, por el conflicto que tenía con su padre. Cuando su padre murió, él regresó a Barquisimeto y se instaló en la hacienda familiar en Cabudare, donde acumuló muchos objetos. Era un acumulador compulsivo, no te lo puedo describir de otra manera. Él tenía cantidad de casas y todas estaban atestadas de peroles, de objetos y fotografías, de restos de cerámicas, de materiales de construcción.

¿Y qué hay de eso ahora?

–Actualmente, todo eso desapareció; ese dicho que dice que no se sabe para quién se trabaja, eso se aplica plenamente a su obra. Yo estuve hace poco en la de Petare, que fue un centro cultural muy importante mientras él vivió, y esa casa está en ruinas. Lo único que queda es la fachada, que está a punto de caerse. Es más, la están vendiendo.

La casa que él tenía aquí en Barquisimeto, en la carrera 21 con la esquina de la calle 29, que había sido una panadería de su familia, ahí acumuló cantidad de objetos de construcción y hace poco los desechó. Eso se convirtió en desecho. Gracias a su hermana Carolina, ella me planteó en el 2009 digitalizar y archivar un volumen indeterminado de películas que ella tenía. Y nosotros, a lo largo de un año, procesamos íntegramente todo el material.

¿Qué aspectos de la vida y la obra de José Sigala se destacan en el documental y el libro, y qué aportes hacen a la comprensión de su legado fotográfico?

–El documental “Fotobiografías José Sigala” será presentado el 3 de agosto. Surgió de la idea de documentar testimonios de los mejores amigos de Sigala, sobre su visión y relación que ellos tenían con el autor. Esa compilación que realicé por año y medio me permitió elaborar un pequeño corto de 20 minutos con algunas amistades como; Felipe Delmont, María Antonieta Rubio, Jesús Caviglia, Antonio Ochoa, entre otros. Ellos me dieron su visión y relato más general de lo que les ocurrió a muchos caraqueños que, gracias a la intermediación de Sigala, pudieron conocer la provincia.

El día del video, vamos a mostrar toda su bibliografía y hemerografía. Posteriormente, para el cierre, voy a presentar mi libro que lleva por título “José Sigala: inédito y común”, igual que el nombre de la exposición. Este libro hace un recuento sobre su influencia en la ciudad. Las lecturas de las obras de José Sigala que se hacen todas coinciden en que él se formó como fotógrafo en Estados Unidos. No existen antecedentes nacionales, él apareció, vio, consiguió y se adentra en la fotografía en Estados Unidos.

Pero eso pasa por alto un pequeño detalle, una confesión propia del autor: su principal pasatiempo era el cine. El cine Florida, que era de su tío, estaba al lado del estudio fotográfico de Elio Otaiza. Y para ir al cine tenía que pasar obligatoriamente por ese lugar. Otra cosa es que alrededor de la casa de Sigala había cinco estudios fotográficos. Entonces, ya por ahí hay una primera influencia. Este hombre, cuando era joven, algo que pudo ver fue la evolución de la fotografía acá en Barquisimeto.

Descubrir y observar en todos esos estudios fotográficos que rodeaban su casa. Y el gran desconocimiento y ese egocentrismo con que se conciben las historias de nuestros fotógrafos pasan por alto que Barquisimeto, en la década de 1940 y 1950, tuvo un empuje en materia fotográfica muy importante. Contó con autores de gran trascendencia y Sigala los vio y los conoció. Esa influencia la vas a ver en su obra. El problema es, creo yo, que todas esas investigaciones fueron cómodamente redactadas desde Caracas, obviando una circunstancia clave: la ciudad donde el autor había nacido.

Si estuviera vivo, ¿a quién cree que Sigala le daría el Premio Nacional de Fotografía?

–Si hay algo que reconocerle, es que él creía en la renovación. Él creía en los fotógrafos. Tanto así que dedicó buena parte de su vida a la docencia. En este momento, de estar vivo, también se enfocaría en las nuevas generaciones y buscaría nuevos talentos. No dudo que él habría apoyado a nuevos autores, los que formó aquí en Barquisimeto, por ejemplo, Edilio González es muy buen fotógrafo y dilecto, también Gladys Suárez es muy buena fotógrafa.

Puedo decir que esa generación que formó Sigala ya no existe aquí en la ciudad, migraron. Y en Caracas, igualmente fotógrafos que fueron sus alumnos en la Fundación Neumann, a los que no dudo que en un determinado momento habría apoyado también. Porque Sigala, en eso sí es importante destacar, que, aunque vivía entre mafiosos no apoyaba mafias y tampoco le cerraba las puertas a nadie. Además, si Sigala hubiera estado vivo, primero me horroriza, porque si llegó a hacer con cámara analógica una obra de cuatrocientos mil negativos, imagínate en digital.

LEGADO FAMILIAR

Luis Eduardo Sigala Paparella, sobrino de Sigala, relata su experiencia de organizar una exposición sobre los trabajos de su tío, un fotógrafo y escultor que dejó un legado artístico muy valioso. Cuenta cómo fue el proceso de recopilar y estudiar su obra, qué significado tiene para él y su familia, y qué dificultades y alegrías encontró en el camino.

¿Cuál es el significado de esta muestra para la familia Sigala y qué impacto esperan generar en las nuevas generaciones a través de esta exposición?

–No tengo más que palabras de agradecimiento. Para mí es un motivo de alegría poder exhibir nuevamente los trabajos de mi tío. Hacía muchos años que no se mostraba nada de él y hemos desarrollado este trabajo con pocos recursos. Ha sido un trabajo de ir recopilando cosas durante un periodo de tiempo bastante largo, en el que hemos hecho hallazgos y estudiado un poco más su vida. Lo que pasa es que yo también he estado aprendiendo sobre las cosas que él hizo, porque cuando él falleció yo era muy joven, recién estaba comenzando la universidad. En mi época de infancia, compartí poco tiempo con él porque él viajaba mucho, era un trotamundos.

Entonces, para mí, trabajar con esto, recoger la información, compartir con el curador Carlos López y decirle: “Mira Carlos, conseguí esto, ¿qué te parece este material? ¿Qué te parece esta otra cosa?”, es motivo de alegría. Esto me acerca a mi familia de alguna manera, también me permite mostrarles a mis hijos y al resto de la familia las cosas que él hizo. Hubo un espacio de tiempo bastante largo desde la última muestra que se hizo de los trabajos de él y eso hizo que las nuevas generaciones no conocieran su obra.

Así que también creo que es un motivo de satisfacción que las personas que vengan a ver la exposición sepan sobre el trabajo que él hizo en su época productiva. Imagínense, eso fue cuando todo era analógico, no había nada digital, no había cámaras digitales, todavía eran todo rollos de 35 mm. Entonces yo creo que eso es muy bonito. Me siento muy agradecido con Carlos López por el trabajo que ha hecho y también con el Gabinete que nos ha permitido hacer la muestra. Valencia nos está abriendo las puertas en ese sentido. En realidad, estoy feliz.

¿Podría proporcionarnos más información sobre el bolso y otros objetos que forman parte de la muestra de José Sigala?

–Ese era el bolso que él utilizaba para llevar su cámara. En realidad, en aquella época no había mochilas, koalas u otras cosas. Y ese era su accesorio para llevar su cámara. De hecho, existen fotografías de él con el bolso y nosotros lo conservamos. Así como conservamos el bolso, también tenemos esas piedras que son de madera de Vera.

Yo siempre le digo a mis hijos que en mi oficina tengo una lente que es muy muy grande, que son de las mismas que utilizan los joyeros o los relojeros para reparar los relojes. Era la que él usaba para ver los contactos y seleccionar las fotografías que él iba a revelar finalmente. Entonces son objetos personales que van quedando y que uno los va guardando con cariño.

De hecho, estaba viendo el catálogo, leyéndolo otra vez. Y me puse a fijarme en una foto y me di cuenta que, en el fondo había un banco y me dije: “uy, yo tengo ese banco”. Y yo no me había fijado en ese banco; era de mi tío. Entonces bueno, son cosas que le van dando a uno como una conexión afectiva sobre ello.

Hubo muchos materiales que conseguimos casi casi que querían desechar porque no tenemos dónde guardarlo. Bueno, yo en realidad me he ocupado un poco de eso, de ir buscando entre las cosas viejas que había y que no había. Inclusive, me quedaron una cantidad de algunos productos químicos que él utilizaba para revelar. Pero después le dije a Carlos: “tenemos que ver qué hacer con esto, pero yo quiero conservar estos frascos, por lo menos porque eran unas bellezas de frascos”.

¿Hay algún miembro de la familia Sigala que siga los pasos de José Sigala y esté practicando la fotografía como herencia familiar?

–No, lamentablemente no hay ninguno que haya seguido su camino. Me gusta el arte, soy aficionado a esto si se puede decir. De hecho, yo en mi época de estudiante en la universidad, cuando vivía en Caracas, trabajé en una tienda de antigüedades que era de Boris Ramírez, que a su vez fue un escultor muy amigo de mi tío. Y me encantaba ese mundo.

Sin embargo, por cuestiones de la vida me dediqué a otras actividades. Yo soy profesor universitario y he estado enfocado en eso. Pero poco a poco hemos logrado ir haciendo cosas. En realidad, en el resto de la familia no ha habido nadie con su genialidad y dones. Nosotros somos cuatro hermanos y el único que queda en el país soy yo. O sea, si no lo hacía yo no quedaba más nadie.

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