Cuando estoy observando fotografías, en el momento no estoy pensando quien las tomó. Si me gustan, las guardo y comienzo a investigar quiénes las realizaron, cuáles fueron sus motivos y cómo llegaron a capturar sus imágenes, en fin, la historia detrás de la imagen. Ya en este proceso, es constante notar, que, en su mayoría, las fotografías pertenecen a hombres. Termino preguntándome siempre, ¿Por qué los fotógrafos prevalecen en número a las mujeres en el fotoperiodismo? Es difícil de explicar.
Sin embargo, he tenido la oportunidad de investigar a través de mis entrevistadas. Por ejemplo, en julio de 2019, conversé por primera vez a Andrea Hernández, joven fotoperiodista quien opina que “es complicado como mujer insertarse en ese mundo, porque es un mundo sobre todo masculino, estamos en una sociedad que todavía es machista. Pero lo bueno, es que los fotógrafos que están surgiendo ahora son fotógrafas venezolanas”. Durante la entrevista, Hernández comenta que uno de los mayores retos a los que ha tenido que afrontar, como fotoperiodista independiente, es conseguir trabajo, sobre todo a nivel de agencias internacionales de noticias que están en nuestro país.
Aunque el panorama se vea complejo, está cambiando. Si bien, considero que el sexismo existe en todas partes y, estoy en contra de aquellos que piensan que las mujeres fotografían con más sensibilidad que los hombres. Pues, ambos cuentan los hechos y las historias de la misma manera. He tenido la oportunidad de conversar con hombres fotoperiodistas que son muy perceptivos y sensibles.
En la historia de la fotografía, existen varios momentos claves que podría mencionar al considerar lo antes dicho. Uno de los ejemplos más conocido, de referencia en la fotografía y que ha provocado, sobre todo muchas discusiones sobre el tema ético, es el caso del fotógrafo sudafricano Kevin Carter. En 1994, Carter gana el Pulitzer por una imagen que realizó de un niño moribundo siendo acechado por un buitre. Esta imagen fue publicada en The New York Times, en 1993, provocando en los lectores inquietud por saber qué sucedió con el niño y qué hizo el fotógrafo por él. Algo que Carter, no podía responder pues solo tomo la foto y se fue. Después de fuertes críticas y prolongadas conversaciones con superiores, Carter se suicida, incapaz de aceptar su error como fotoperiodista.
No podemos señalar a Kevin Carter, pues los fotoperiodistas poseen el derecho inherente a documentar las tragedias, y aquel que obvie documentar los problemas de los demás, posiblemente, acabaría teniendo una carrera muy breve. Pero en el caso de Carter hay muchas implicaciones interesantes e importantes, a considerar como el tema ético, que no solo es presionar el obturador. ¿debe tomarse la foto en primer lugar?
Susan Meiselas, es una de las fotoperiodistas que admiro mucho por su trabajo. Esta fotógrafa independiente, ha realizado por más de 40 años una extensa documentación sobre temas de derechos humanos en América Latina, así como también la amplia cobertura de la insurrección en Nicaragua (1978-2004). Diez años después de este hecho histórico, Meiselas regresó a Nicaragua, algo que quiero enfatizar con suma importancia, para investigar a sus retratados y saber qué pasó con ellos. Algo que Kenvin Carter no realizó con el niño que fotografió.
Sobre la icónica imagen del “Hombre molotov”, Susan fotografía al sandinista Pablo Arauz a punto de lanzar un cóctel molotov a los últimos regimientos de la Guardia Nacional de Somoza. En su retorno a Nicaragua, Pablo comenta a Susan sobre la imagen, “Para mí es extraño, de hecho, soy famoso por eso quizás no solo en Nicaragua sino internacionalmente y me siento tranquilo, feliz”. Esta imagen se convirtió en un símbolo de la revolución nicaragüense.
De Meiselas, me quedan 3 fotografías. “Hombre Molotov”, “Mujer Monimbo” y la poderosa imagen “Cuesta del Plomo”.
Mujer Monimbo con su marido muerto, es una de las imágenes de Susan que mayor sentimiento me transmite. Esta mujer, a sus 14 años pierde a su esposo, asesinado por la Guardia Nacional. Ella después de refugiarse de los disparos provenientes de helicópteros, transporta a su esposo a casa para ser enterrado en el patio trasero, solo por ella.
Y, por último, “Cuesta del Plomo” un sitio muy habitual por los muchos asesinatos perpetrados por la Guardia Nacional. En esta fotografía, Meisela muestra el fuerte contraste de un hermoso paisaje a lo lejos, pero en primer plano nos presenta el horror que vivió el pueblo de Nicaragua. “Un día conducía por las afueras de Managua cuando olí algo. Miré hacia afuera y vi un cuerpo y me detuve para fotografiarlo. No sé cuánto tiempo había estado allí, pero lo suficiente para que los buitres se hubieran comido la mitad. Las imágenes que hice del cuerpo fueron poderosas en parte por el contraste con la belleza del paisaje”, relató Meiselas.
Concluyo con la sabia frase de John Long, “el fotoperiodismo documental es el último vestigio de la fotografía real”.