Foto cortesía: Andrea Piacquadio

“Ver bajo un punto de vista comprometido”

No existen fórmulas mágicas para crear una fotografía perfecta. Muchos fotógrafos consideran que es cuestión de suerte el que sus imágenes catapultan la mirada de audiencias y sean posteriormente fotos icónicas, recordadas en la eternidad. En la actualidad, hay una increíble cantidad de fotos que son hechas todos los días por un sin fin de personas en todo el mundo. Millones y millones de imágenes que registraron una comida, deportistas, la mascota, edificios, un reflejo, una señora en el mercado, un hombre con sombrilla, el rostro feliz de un niño comiendo helado, el humo de un cigarrillo, una protesta, la moda, una madre lactando, un auto a gran velocidad, entre otros.

De acuerdo, es terrorífico. Este tipo de situaciones se repiten todos los días a cada hora. Podría mencionar muchos más, pero estoy segura que la mayoría de estas imágenes nadie las ve, pues no cumplen su objetivo. Por supuesto, hay diversos motivos por los que una foto nunca llega a sentir el peso de una mirada sobre ella, principalmente que no sea lo suficientemente buena. Algunas otras razones: mal tomadas, falta de composición o fuerza en su contenido, sin significado real, y pare de contar.

Entonces, es oportuno cuestionarnos: ¿Qué hace que una fotografía sea exitosa?, ¿Cómo saber cuándo una imagen tiene incrustada la palabra “buena”?, ¿será mi equipo de trabajo o todo radica en tener un “buen ojo”?  Soy de las que pienso que, así como cada fotógrafo se destaca en una disciplina tiene a su vez una audiencia que nos retroalimenta.

Foto cortesía: Mauricio Mascaro

Cuando tomamos nuestras cámaras y fotografiamos, nos destacamos por tener diversos motivos y estilo, pero coincidimos en un punto: queremos decir algo, queremos que vean lo que estamos observando y sintiendo. Queremos que nuestro trabajo pretenda una conexión con el espectador, que nuestras imágenes respiren, transmitan, hablen, cuenten una historia, te digan “Oye, aquí estoy, mírame, analízame, encuentra todo en mi”. Y luego, todo ese conocimiento que has adquirido de esa magnífica imagen sea difundido, que no quede solo en el espectador, debe caminar, continuar divulgando su contenido y, por supuesto, destacar quien la hizo, su creador.

Indudablemente, más allá de querer o tener la necesidad de capturar solo algo a favor de la memoria colectiva es un error. Preocuparse en identificar esa “fórmula secreta” para crear interesantes e importantes imágenes, es el segundo tropezón, pues no existe receta como tal. Y usted, que estudia, y enfatizo, estudia fotografía lo sabe. No todo es cuestión de presionar el obturador. El tercer y fatal error, es dejar que la inteligencia artificial cuestione qué es una buena foto.

Después de todo, lo comenté en su oportunidad, somos nosotros los hacedores de imágenes y sabemos con exactitud transmitir nuestras ideas, de lo contrario pregúntese a sí mismo: ¿Qué deseo expresar?, ¿Cuál es mi público objetivo?, ¿Cómo interpretarán mis fotografías?, ¿Por qué deseo transmitir mi visión?, ¿Cuál respuesta deseo provocar entre mi público? Creo que, para comenzar, con estas preguntas podemos encaminarnos y hacer calidad y no cantidad con nuestras fotografías.

Logramos aprender de los elementos que componen y caracterizan a una buena foto. También se aprende mucho de ideas, conceptos y reglas a través de los maestros fotógrafos a quienes tenemos en alta estima. No todo se basa en el enfoque nítido sino en el contenido emocional e interesante que hay en las imágenes. Solo piense en el importante trabajo que ha desarrollado el fotógrafo venezolano Paolo Gasparini, quien nos dice que el valor fundamental de una buena fotografía radica en el compromiso “Saber ver, y para saber ver hay que estar comprometido con el presente y con los problemas del presente en función de futuro. Es saber ver bajo un punto de vista comprometido”.

Foto cortesía: Erik Mclean

Lejos de caer en cursilerías, el amor y pasión que le dediquemos a nuestro trabajo será percibido. El vínculo de las emociones con la fotografía es la clave para enamorar no sólo con el público sino también con las personas a quienes retratamos. Ejemplo es Annie Leibovitz, una de las fotógrafas estadounidenses de fama mundial destacada en el retrato. Ella dice sobre sus imágenes “Algo que ves en mis fotos es que no tenía miedo de enamorarme de esta gente”. Su comentario acentúa que un buen fotógrafo debe amar su trabajo con el fin de crear imágenes destacadas.

En conclusión, enfatizo en la relación que desarrollamos con nuestros sujetos, con la frase del fotógrafo documental brasileño Sebastião Salgado, “La imagen no la hace el fotógrafo, la imagen es más buena o menos buena en función de la relación que tengas con las personas que fotografíes”. Queda claro pues que es necesario ese lazo entre el fotógrafo y el fotografiado lo que crea una buena imagen. No reglas de composición u otros factores. Recuerde, si tu fotografía provoca una respuesta emocional en el observador, será memorable y, a su vez, exitosa.

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