Desde 1992 estoy trabajado y estudiado con fotógrafos profesionales, lo que significa que he acumulado más de 27 años de conocimientos y, sobre todo, el valor de conservación y manipulación de nuestras fotografías tanto analógicas como digitales. No es necesario ser un bibliotecario o archivólogo para comprender la importancia de preservar nuestros archivos fotográficos, por el simple hecho que representa el registro documental de nuestra memoria histórica, es suficiente. Y es que desde pequeños arraigamos de nuestros padres la manera de conservar las fotos en los álbumes familiares.
Indistintamente sea el propósito del archivo, es una serie de colecciones fotográficas creadas o reunidas por un individuo o institución. Sea analógico o digital, debe abordarse de manera integral si deseamos que generaciones futuras consulten lo que hemos visto y documentado. Siempre que se habla sobre archivos fotográficos para algunos es causa de debate sobre importancia y prioridades, imaginarse estantes de cajas de plástico con carpetas de negativos con olor avinagrado y opacos llenos de polvo, así como infinidades de discos duros y DVD de información digital. Totalmente susceptibles al deterioro con el pasar del tiempo y la exposición a la luz u otras condiciones ambientales.
Gestionar un archivo fotográfico no es nada fácil, pero tampoco extremadamente difícil. Requiere de un buen equipo de trabajo, en donde el orden y la accesibilidad son principalmente las palabras claves. Colocar en el mismo lugar físico el material es fundamental para no extraviar las fotografías en papel o negativo. El criterio de selección y el aporte descriptivo que da el fotógrafo a las imágenes que realizó en la pauta asignada contribuye en buena medida a que analistas complementen la reseña en la base de datos.
¿Por qué es importante? Debido a que las fotografías representan la historia y memoria, es esencial para nuestra comprensión del pasado, presente y futuro, y al consultar los archivos fotográficos podemos observar la historia rica en detalles, fuera de los libros o periódicos. Con toda razón Octavio Paz dijo “la poesía es la memoria de la vida y los archivos son su lengua”, por lo que podríamos hacer un paralelismo en cuanto a las imágenes y decir que “las fotografías son los registros de instantes de la vida y los archivos son una extensión perdurable de la mirada”, en este caso no sólo de lo que observó el fotógrafo sino de lo que quiso transmitir.
En visitas a archivos fotográficos de medios impresos en el país, he observado a trabajadores que por iniciativa propia han creado aparatos rudimentarios con el fin de digitalizar fotos y negativos por ellos mismos, el resultado final: una imagen con poca calidad, pero importante como referencia de consulta de investigación. Pensar en estos lugares es evocar una sensación de su tiempo, los físicamente nos hablan por medio de sus olores y condiciones, del momento fotográfico, así como también del estado económico de la institución que lo resguarda. Los archivos tienen vida propia, una vida cuya duración y validez en el tiempo dependen de quienes los valoran y difunden a las actuales y futuras generaciones.
Del mismo modo, recuerdo las muchas conversaciones sostenidas recientemente con fotógrafos sobre sus archivos. Admiro aquellos que poseen varios respaldos de sus archivos fotográficos. No obstante, la mayoría no poseen la condición y voluntad con sus registros analógicos, los cuales están sin data, esperando ser digitalizados y documentados. Es de sorprender la manifestación de algunos, el haber echado a la basura literalmente sus trabajos, hasta ampliadoras y equipos fotográficos, justificando no tener tiempo ni equipos para escanear digitalmente, ni lugar físico para almacenar de manera segura. Argumentando una carga para las futuras generaciones que heredan estos archivos y, por lo tanto, son fácilmente descartados o, todo lo contrario, donados a instituciones públicas o privadas las cuales dan el uso correcto a la misma, por su valor histórico patrimonial.
Sin embargo, esto no es común en el gremio. Conozco a fotoperiodistas preocupados y dedicados en la conservación y documentación de sus fotografías, así como de otros reporteros gráficos que visualizan a futuro que museos o fundaciones alberguen sus archivos. Hace poco conversé con un colega sobre comprender y aceptar la importancia que tenemos los fotógrafos, somos historiadores visuales, documentamos el acontecer diario de nuestros tiempos, por lo tanto, es necesario aceptar la responsabilidad de que no sólo creamos, sino que también somos curadores y archiveros de nuestras fotografías.
En resumen, sea como fuere, si se trabaja de manera independiente o para instituciones, es responsabilidad principalmente del fotógrafo la vida y almacenamiento de sus imágenes, incluyendo las fotografías familiares, requieren tiempo y dedicación. La tecnología avanza y la fotografía evoluciona con ella. Los archivos fotográficos dependen de proteger el pasado para el futuro.