En la actualidad, para algunos usuarios de Instagram es rutina “surfear” entre fotos de gatos, accidentes laborales o de tráfico, recetas, el que postea su adiestramiento físico, el maquillaje, entre otros, sin dejar de mencionar las ilimitadas publicidades que se filtran entre ellas. Todo esto para lograr tener contenidos con profundidad fotográfica y exclusiva en esta red social de preferencia para muchos. Sin embargo, cuando se consigue material visual de importancia el compromiso es grande, tanto para el que lo publica, así como para el observador. Asunto: imágenes de guerra.
En Mirando la guerra. La visión de la fotografía de la devastación y la muerte, Susan Sontag dice “La fotografía ha acompañado a la muerte desde que se inventaron las cámaras, en 1839. Las imágenes de los sufrimientos vividos en las guerras están tan difundidas ahora que es fácil olvidar que, históricamente, los fotógrafos han ofrecido mayoritariamente imágenes positivas del oficio de guerrero, y de las satisfacciones de iniciar una guerra o continuarla”.
Más de 40 días lleva la invasión a Ucrania por parte de Rusia. Los hechos continúan siendo catastróficos para todos los sectores; una ola de violencia devastadora que afecta a todos por igual, trastornando a millones de personas que intentan huir a ciudades vecinas con el fin de preservar sus vidas. Algunas lo logran, en cambio, otras terminan sumándose a las decenas de muertos y heridos, o padeciendo atropellos, desintegración familiar, violaciones y deshumanización.
En el artículo La seguridad en tiempos de guerra Sandra Martínez menciona “La guerra es la falta de futuro. El pacifismo es testigo de ello: la violencia siempre engendra más violencia y este refuerzo mutuo es la columna vertebral de toda carrera armamentista. Es una espiral destructiva, donde –a corto, medio y largo plazo– pierden todos los bandos porque no se atiende al condicionante elemental: la vida.
Mientras tanto, las imágenes muestran más bombardeos, destruyendo los hogares y en su totalidad la infraestructura económica existente; escuelas, hospitales y nuevos refugios en ruinas. Peor aún, y digo peor, porque es una desgracia que aumenta la incapacidad que tenemos como espectadores el no poder hacer nada cuando vemos personas muertas en las calles, con sus pocas pertenencias, que posiblemente intentaban escapar del terror. Son fotografías que perturban, duelen, nos hacen llorar, extremadamente sensibles para cualquiera que las ve, porque involucran la vida. Por lo tanto, “Las guerras generales ya no pueden tener lugar porque se exterminará a gran parte de la población”, dice Jorge M. Reverte en su artículo Sobre la guerra.
Por supuesto, no queremos hablarlas, y mucho menos vivirlas. Sin embargo, conversar es tan importante como observar, debido a que la realidad que estamos experimentando en pleno siglo con estos conflictos bélicos, afecta a todos de alguna manera. Pensemos, por ejemplo, en los fotoperiodistas, que valientemente han viajado a Ucrania sumándose a los peligros que conllevan la guerra, con el importante propósito de documentar los hechos de manera veraz.
Lamentablemente, desde que Rusia comenzó su invasión a Ucrania la cifra por muertes de periodistas y fotoperiodistas se elevó. Recordamos la labor de valientes y profesionales que perdieron la vida mientras documentaban la guerra. Según investigaciones del Comité para la Protección de los Periodistas, CPJ, siete periodistas han sido asesinados en Ucrania ejerciendo su labor. Resultando que el “1 de marzo de 2022, las fuerzas militares rusas bombardearon una torre de televisión en Kiev, Ucrania, y mataron a cinco personas, incluido el camarógrafo Yevhenii Sakun”. Para el 13 de marzo de 2022, el documentalista Brent Renaud fue asesinado a tiros en la ciudad ucraniana de Irpin, en las afueras de Kiev.
Por otra parte, comenzando el mes de abril, también conocimos la noticia del “fotoperiodista y documentalista ucraniano Maks Levin fue encontrado muerto en la región de Kiev. Había desaparecido el 13 de marzo mientras documentaba las hostilidades cerca de la aldea de Huta-Mezhyhirska. Levin deja atrás a su pareja, 4 hijos y padres ancianos. Tenía 41 años”.
En conclusión, queda en evidencia y siempre lo digo, que el trabajo periodístico es una actividad de riesgo. Puede parecer sencillo el oficio del fotoperiodista, pero la realidad dice lo contrario, el coraje y la resolución extraordinaria de estos profesionales es de admirar, considerado fundamental para la sociedad. Lo que prevalece es el pensamiento y la orientación de un servidor público, es el interés en conocer la verdad, en aportar al registro histórico y dejar plasmada una huella.