No es suficiente un mensaje de alerta

La indiferencia ante la fotografía

Algunas personas podrían pensar que las buenas noticias no tienen casi importancia y que son las malas las que realmente llaman la atención. ¿Será que lo positivo tiende a ser tomado en oportunidades como algo aburrido y poco emocionante? ¿O qué el sensacionalismo, el amarillismo, el morbo, entre otros, tienen esa capacidad de despertar más la curiosidad? Creo que todo depende de quién emite el mensaje, de su contenido, de los medios utilizados y de quien es el receptor.

Indudablemente, en el mundo han ocurrido eventos extraordinarios donde la solidaridad, la resiliencia y hasta el amor son recordados. Se sustentan en la creatividad, la innovación, los valores positivos y las buenas costumbres culturales de cada región. Opino que la visión optimista y la actitud proactiva que conlleva, son combustibles que nos permiten tener una percepción diferente del mundo. No se trata de negar la realidad, idealizarla ni que las bases de ese comportamiento que marca la diferencia, tenga pies de barro. Se trata, entre otros, de buscar el lado positivo de las cosas, la lección aprendida, la oportunidad de servicio, aprendizaje y crecimiento personal.

¿Será que lo positivo tiende a ser tomado en oportunidades como algo aburrido y poco emocionante? ¿O qué el sensacionalismo, el amarillismo, el morbo, entre otros, tienen esa capacidad de despertar más la curiosidad?

En los dos últimos años hemos sido testigos y en algunos casos víctimas, de hechos que aún suceden y que nos impactan de diferentes formas. Una pandemia que se ha llevado millones de vidas y sigue contando. Evidencias del cambio climático que nos hace asombrar ante fenómenos naturales inesperados. Países donde sus amenazas internas generan zozobra, destrucción de bienes privados y comunes. Guerras por motivos religiosos que no solo destruyen y mutilan cuerpos, sino que en las viejas generaciones alimentan el odio ya existente y, en las nuevas, dejan cicatrices emocionales difíciles de borrar. Flujos de migrantes dentro y fuera de sus países con la esperanza de una mejor calidad de vida.

Por esta razón, la fotografía una vez más ha sido uno de los medios más utilizados para registrar la historia, positiva o negativa, deseada o no, justa o injusta. Las imágenes hoy más que nunca se realizan, multiplican y comparten con facilidad, en cantidad y a unas velocidades jamás vistas. Bien sea un ciudadano activo, un curioso, un testigo, un aficionado o un profesional, todos alimentan bases de fotos domésticas, comunitarias o de organizaciones de diversa naturaleza.

Foto: Polina Tankilevitch

Estos registros permiten actualmente o lo harán a futuro, poder analizar los hechos, llegar a conclusiones y ojalá, encontrar oportunidades de hacer un mundo mejor. Pero para que eso pueda suceder, la sensibilidad debe estar presente, debe caracterizarnos como seres humanos. Tener la capacidad de que las imágenes nos mueven las fibras internas, las emociones, la curiosidad, por ejemplo, de saber sobre la suerte final de esa persona, ese pueblo o de esa obra que fue impactada.

Con mucha razón la escritora estadounidense Susan Sontag dice en su libro Ante el dolor de los demás (2003), “la búsqueda de imágenes más dramáticas … impulsa la empresa fotográfica y es parte de la normalidad de una cultura en la que el shock se ha convertido en un estímulo principal del consumo y fuente de valor”. Según Sontag, “en un mundo en el que la fotografía está … al servicio de las manipulaciones consumistas, ningún efecto de una fotografía … puede darse por sentado. Como consecuencia, los fotógrafos e ideólogos de la fotografía moralmente alerta se han convertido cada vez más en preocupado por las cuestiones de la explotación del sentimiento (piedad, compasión, indignación) en la fotografía de guerra y de las formas rutinarias de provocar sentimientos”.

“En un mundo en el que la fotografía está … al servicio de las manipulaciones consumistas, ningún efecto de una fotografía … puede darse por sentado”

Susan Sontag

Cuando esos eventos ocurren despiertan el asombro y la preocupación de maneras diversas, pero pareciera que lo que sí tienen en común es la brevedad del impacto. ¿Estamos llegando a un nivel donde las capacidades de asombro se están anestesiando? Desde lo más profundo de mí prefiero pensar que no es así. Los fotógrafos cuando capturan una imagen, un trozo de la realidad, una muestra de un entorno mayor, no deberíamos ser insensibles e indiferentes. La compasión por el otro y la creencia que las acciones pueden aliviar el dolor no debería ser una manifestación excepcional y mucho menos objeto de críticas destructivas.

En conclusión, Sontag nos invita a reflexionar “Tales imágenes … [son] una invitación a prestar atención, a reflexionar, a aprender, a examinar las racionalizaciones del sufrimiento masivo que ofrece poderes establecidos. ¿Quién causó lo que muestra la imagen? ¿Quién es el responsable?”. Nunca tendremos la certeza de saber en qué posición podríamos estar, el de quien requiere ayuda o el de quien puede ayudar. Las imágenes pueden hacernos reflexionar y sacudir las conciencias sobre lo que podemos y debemos hacer.

1 comentario en “La indiferencia ante la fotografía”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *