Ikko Narahara, nace en Fukuoka, Japón 1931. Fue un fotógrafo autodidacta, con sentido crítico y marcada estética personal. Después de graduarse en derecho en la Universidad de Chuo Tokio y durante sus estudios en maestría de historia del arte, Ikko comienza a fotografiar.
Narahara, conjuntamente con Shomei Tomatsu, Eikoh Hosoe, Akira Tanno, Kikuji Kawada y Akira Sato crean en 1959 la legendaria agencia de fotografía Vivo. Además de vender y difundir sus trabajos, esta organización representó un nuevo comienzo de generaciones de fotógrafos japoneses, dispuestos a la experimentación fotográfica como expresión subjetiva. El colectivo Vivo estaba inspirado en la agencia Magnum Photos y tenía como objetivo concebir una fotografía crítica. Todo lo contrario, a las normas ya establecidas, proyectando así nuevos patrones y formas subjetivas de concebir el medio fotográfico. Contradictoriamente, este grupo denominado Vivo, no duró mucho, desintegrándose en junio de 1961.
Sin embargo, Ikko Narahara continuó comprometido con su pasión, llegó a fotografiar distintos lugares en todo el mundo, de manera más experimental y cargadas de simbolismo. Es considerado pionero de la fotografía japonesa de la posguerra. Así lo piensa la curadora del Museo de Arte Shimane, e investigadora principal de las obras de Ikko, Noriko Tsutatani quien estima de suma importancia sus fotografías, al decir: “Ikko Narahara, quien atribuyó su técnica personal de representación como ‘documentos personales’, abrió el camino para una nueva era en la historia de la fotografía japonesa”.
A finales de la década de los cincuenta, Ikko Narahara visitó en varias oportunidades Europa. Siendo España el centro de atención del fotógrafo y la retrata a través de sus costumbres, paisajes urbanos, corridas de toros y estilos de vida de los españoles, bajo el título “España gran tarde, fiesta, vaya con Dios”, la serie muestra un ojo fascinante del fotógrafo por la composición, el drama y la narración plasmada a través de la fotografía.
Una de las fotografías que me parece interesante de Narahara es “Dos botes de basura, Indian Village, Nuevo México” (1972). Aquí, el fotógrafo se concentró en expresar de forma comprensiva lo inexistente e ilógico de este pequeño pueblo de Estados Unidos. Esta fotografía es sin duda una de las tantas imágenes poéticas, elusivas de la realidad y con elementos surrealistas del autor. “Dos botes de basura, Indian Village, Nuevo México” pertenece a la serie “Donde el tiempo se ha desvanecido” realizada durante su permanencia y extensos viajes por los Estados Unidos. Como lo expresó él mismo: “Mientras conducía a través de la tierra en Arizona y Utah y Nuevo México, comencé a tener alucinaciones de que esta no era la tierra en absoluto y que había sido arrojado a algún otro planeta”.
Esta escena monocromática e ilógica, carente del elemento humano, es sustituida por dos baldes de formas idénticas flotando en el aire. Narahara le atribuye energía, apoderándose éstos de toda animación, sensibilidad y vida, asemejando la humanidad. Pudiera imaginar que en este espacio solitario pudiera suceder todo tipo de maravilla, podemos igualar estos dos baldes a cualquier elemento humano como que son dos niños que saltan jugando.
Frecuentemente, cuando Ikko Narahara trabajaba en el cuarto oscuro, le gustaba experimentar con sus imágenes combinando varios negativos, con la meta de crear una imagen única, llena de cualidades efímeras e intangibles, entre lo ficticio y lo real.
Sin embargo, interesado por el retiro del monasterio y la reclusión de mujeres, Narahara visitó también los lugares reservados y místicos con el fin de comprender la forma de vida. En el monasterio durante su investigación capturó las rutinas establecidas por los monjes. Formado por los muros de piedras, el monasterio se aislaba por completo del resto de la sociedad, viviendo bajo oración y trabajo religioso. Así mismo, en la prisión de mujeres las prácticas de las prisioneras eran igual de reglamentadas. Estas similitudes y diferencias, una perspectiva original y completa fueron capturadas por Ikko, quien comentó: “El mundo reflejado en fotografías, al final, nos muestra escenas en las que la realidad exterior se conecta con el reino del alma interior, esa es la única forma en que puedo explicarlo”.
Entre sus muchos galardones se encuentran el Premio al Fotógrafo del Año de la Asociación de Críticos de Fotografía de Japón (1967), el Premio Mainichi Arts (1968) y la Medalla con Cinta Púrpura (1996). Sus fotografías reposan en las colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, Museo de Bellas Artes de Boston y el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, entre otros. Durante los años 1999 y 2005, Narahara aportó sus conocimientos como profesor en la Universidad Kyushu Sangyo de Fukuoka, posteriormente su salud se vio afectada, abandonando toda actividad profesional hasta el final de sus días. Ikko falleció el 19 de enero de 2020 por insuficiencia cardíaca.
Muy interesante.
Felicitaciones