Todos los días producimos imágenes, las personas ahora pueden tomar una foto en cualquier momento de su vida cotidiana y compartirla, esto también gracias a Internet que podemos documentar y dar a conocer los hechos en pleno momento, tal como suceden. ¿Esto nos hace documentalistas? Puede ser, hasta cierto punto. Una de las herramientas que ha ayudado a muchos son los teléfonos inteligentes, y al sumarles el poder que tienen las redes sociales podemos cubrir hechos como la Primavera Árabe en 2011, cuando los celulares con cámara se convirtieron en un instrumento de desafío y verdad.
Estos avances tecnológicos se muestran favorables para cubrir cierto momento en que la inmediatez de transmisión de información implique perder lo que es importante. Se han trasformado en nuestro tercer ojo, una extensión de nosotros mismos y nos permiten documentar de forma integral nuestra perspectiva, convirtiendo a las personas como fotoperiodistas aficionados. Pero un aficionado no se puede comparar con la labor de un fotoperiodista.
Como lo he mencionado, a pesar de que parezca sencillo el oficio del fotoperiodista, en la realidad es todo lo contrario. El rol del fotoperiodista profesional es fundamental para la sociedad, van más allá de lo conocido y no se limitan a simples herramientas para documentar. ¿Cuántos reporteros gráficos han desafiado la muerte por obtener la imagen con la historia más retadora y destacable? ¿Qué es lo que motiva a un profesional a arriesgar su integridad física y de los equipos que porta para captar una imagen? Lo que prevalece es el pensamiento y la orientación de un servidor público, es el interés en conocer la verdad, en aportar al registro histórico y dejar plasmada una huella. Cuando se trata de coberturas de alto riesgo, es importante considerar lo que menciona Andrés A. Solís Álvarez en su Manual de autoprotección para periodistas: “El quehacer periodístico representa una actividad de riesgo, especialmente cuando se realizan investigaciones sobre delincuencia organizada, casos de corrupción, y más cuando estos dos aspectos se encuentran vinculados”. También según Álvarez hay unas consideraciones de prevención que no deben pasarse por alto. Entre ellas cabe mencionar las siguientes.
Trabajar en equipo. Lograr la participación y el acompañamiento de varios colegas durante la cobertura de la actividad. Identificarse como fotoperiodista es importante.
Comunicación. En oportunidades la negociación y el diálogo son necesarios. Cuando se identifica y asigna en el equipo quién posee esas habilidades, se evita la improvisación.
Cumpliendo su papel. Pudiera suceder que algunas personas, por ejemplo, funcionarios públicos de seguridad, pudieran sentirse incómodos al percibir que han sido fotografiados. Entonces cabe la posibilidad de aclarar que se trata de una labor periodística y que sus rostros no han sido captados.
Planificación. En especial cuando se trata de operativos policiales es totalmente comprensible que no se hagan previamente públicos ya que comprometerían el alcance de los objetivos propuestos. Mantener un buen nivel de relacionamiento puede permitirle al fotoperiodista estar informado y poder cubrir los hechos con los niveles de protección adecuados de acuerdo a cada circunstancia. Incluso, en oportunidades, se aprecia su presencia ya que deja evidencia de lo que realmente ocurrió y cómo se desarrollaron los hechos.
La integridad primero. Algunas situaciones que en principio se desarrollan pacíficamente pueden escalar a altos niveles de violencia. En esos casos, una exposición innecesaria puede implicar daños a la integridad física del fotoperiodista y hasta su vida. Sin perder de vista el objetivo de captar las imágenes, se hace necesario mantener un nivel de equilibrio y madurez, que permita determinar cuándo es necesario alejarse o retirarse definitivamente del lugar.
Equiparse adecuadamente. Es común observar que los fotoperiodistas porten una serie de equipos adicionales a las cámaras, luces y otros. Por eso no es de extrañar que ahora se incorporen cascos, protectores respiratorios, guantes y hasta chalecos antibalas. Cuando se conocen previamente los riesgos a los que se puede estar expuesto se pueden tomar las medidas que minimicen la posibilidad de sufrir daños.
Podemos observar cómo ser fotoperiodista va mucho más allá de querer tomar por impulso unas imágenes. Implica conocimientos técnicos de los equipos que utiliza, análisis de la información relacionada a los eventos, conocimiento del entorno, objetividad, una amplia red de contactos confiables, inteligencia emocional, preparación de acuerdo a las circunstancias, valores y ética definidos e internalizados y una buena dosis de valor en términos razonables. Todo ello con el objetivo final de captar imágenes que no sólo van a darle una satisfacción personal y profesional, sino que van a contribuir a determinar la verdad y con ello, a enriquecer la historia.