Mucho antes de la era digital, para los que practicamos la fotografía análoga y todo lo que implicaba su procesamiento: desde el mismo acto de fotografiar, desmontar y colocar en el carrete de revelado la película hasta realizar las impresiones en papel fotográfico, entendemos que fueron momentos mágicos, literalmente hablando.
En efecto, finalizado el revelado de la película, una de las actividades fijas y fundamentales en el cuarto oscuro, era hacer una hoja de contactos con los negativos cortados en tiras de las 36 exposiciones de un rollo de película de 35 mm, por lo general en blanco y negro y en papel fotográfico 8×10. La ventaja de este producto era visualizar en miniaturas los negativos y así seleccionar, por ejemplo, el o los fotogramas de las tomas hechas.
Sin duda alguna, la hoja de contactos posee un lugar importante en la historia de la fotografía. Representa una práctica rutinaria de un método de trabajo de otro tiempo que ya desapareció, tanto en los laboratorios de periódicos, como de las instituciones educativas.
Por lo general, acostumbramos a ver las fotografías de manera aislada. En cambio, la hoja de contactos nos permitía el registro de las tomas y observar de otra manera la historia narrada en secuencia con sus fotogramas, de esa foto seleccionada, ampliada publicada o impresa. Era labor, principalmente del fotógrafo, de elegir la mejor imagen que comunicara y representara el hecho de la escena capturada.
Así como la práctica fotografía se actualiza constantemente al ritmo de las exigencias de sus usuarios, la hoja de contacto no se queda atrás. Esta tarea tan antigua se sigue ejecutando, pero desde la tecnología digital: con los programas de edición fotográfica se pueden representar las hojas de contactos de imágenes digitales. Por supuesto, en comparación con las primeras hojas derivadas de películas analógicas, las actuales tienen otro tipo de identidad o lectura, pues ya es un producto que el fotógrafo ha visualizado previamente.
Es preciso señalar que, la hoja de contactos en papel fotográfico, en el pasado fue una herramienta de edición ejecutada de manera rudimentaria: notas, marcas, cortes y con cada selección de determinada escena, había también una gran cantidad de fotografías suprimidas u olvidadas en ese sobre contentivo de negativos, que acabarían archivados o botados y seguramente no se volverían a ver.
Esto lo experimenté hace años durante mi ejercicio profesional para el medio que estoy escribiendo. Conjuntamente con Luis Bisbal, quien fue mi jefe, nos dimos a la tarea rigurosa, de revisar y seleccionar todo lo que constituía el archivo de negativos del diario El Universal, con el fin de digitalizar su contenido y almacenar en la base de datos. ¡Qué tiempos aquellos, qué pasión ver tantos sobres de negativos, catalogados y con sus hojas de contactos debidamente anexada!
Del mismo modo, recuerdo haber leído sobre Henri Cartier-Bresson y su peculiar manera de llevar sus hojas de contactos. Se dice que recortaba la tira de negativos como si estuviera “reconstruyendo” y conservando sólo aquellas que él consideraba valiosas y buenas tomas, además tenía como costumbre reorganizar las secuencias de las imágenes, alterando la narrativa de las mismas. De hecho, solía leer la hoja de contactos al revés para calificar y separar sus fotografías de cualquier contenido social. Sobre esta herramienta, comentó Cartier-Bresson “La hoja de contactos es como el sofá de los analistas. También es una especie de sismógrafo que registra el instante. Está todo ahí, lo que nos sorprende es lo que atrapamos, lo que perdemos, lo que desaparece. O bien, un evento que se realiza como imagen”.
En la actualidad, cuando se aborda el tema de las antiguas hojas de contactos, la intención y el enfoque cambia, deja de ser una herramienta de edición o complemento de archivo y es valorada por otros, desde la estética como fuente de inspiración creativa. Es así como, a comienzo de este año el Museo de Arte de Cleveland presentó la exhibición fotográfica “PRUEBA: Fotografía en la era de la hoja de contactos”, en la cual reseñaba históricas hojas de contactos en 180 obras de la colección, desde la lente de los fotógrafos como: Diane Arbus, Richard Avedon, Harry Benson, Harry Callahan, Robert Frank, Philippe Halsman, Irving Penn y Albert Watson, Arnold Newman, Larry Fink, Emmet Gowin, entre otros.
En conclusión, las hojas de contactos pueden ser instructivas y desafiantes. De hecho, para el fotógrafo Elliott Erwitt, le resultaba todo un reto hallar en sus hojas de contactos una fotografía perfectamente encuadrada, al comentar: “Por lo general me resultaba algo deprimente ver mis hojas de contactos, uno tiene siempre grandes esperanzas que no siempre se hacen realidad. No me gusta siempre examinar hojas de contactos, porque es un trabajo y puedes cometer errores, pero es algo que forma parte del proceso. Tienes que hacerlo, porque, con frecuencia, hay cosas que no ves a la primera, sino a la segunda o a la tercera”.