“Muchacho bájate de ese árbol que te vas a caer”, “niño deja de brincar que te vas a golpear” o “siéntate derecho que te vas a jorobar” son frases que posiblemente parezcan algo protectoras, por lo general de madres o abuelas visionarias de trancazos fortuitos. Estas expresiones y prácticas se repiten de generación en generación. Pero, qué tan cierto es el dicho: Nadie aprende del dolor ajeno.
Investigaciones demuestran que las experiencias inmediatas y los aprendizajes escuchados son importantes en el desarrollo de creencias y conductas unidas con el dolor, se ha comprobado que es posible aprender en el contexto del dolor a través de la capacidad de la observación de otros. Ejemplo de ello es lo mencionado al principio, y no es que sean videntes las progenitoras, no. Esto indica que el aprendizaje observacional del dolor, influye en su experiencia y criterio, de allí sus advertencias.
Ahora, desde del campo fotográfico ¿es posible aprender del dolor de otros? Por supuesto que sí. Son infinidades los casos en donde la fotografía juega un papel importante en el dolor de las personas. Sea de manera como espectadores para comprender y tener empatía, o desde aspectos como el terapéutico para la salud mental. También la fotografía aplicada como autoexploración personal, como por ejemplo para apoyarnos en la comprensión de enfermedades o pérdidas familiares. Por supuesto, no hay que dejar a un lado la labor de los reporteros gráficos que documentan las dificultades de ciudades y habitantes desde distintas magnitudes.
«Las personas no se acostumbran a lo que se les muestra, si esa es la forma correcta de describir lo que sucede, debido a la cantidad de imágenes que se les arrojan»
Susan Sontag
Inclusive, diariamente lidiamos con noticias negativas ya sea por sus naturalezas; guerras, violaciones y asesinatos, las consecuencias del cambio climático en el planeta, además de otras, un tanto tóxicas por sus contenidos sensacionalistas. Sin duda alguna, el entorno informático se ha vuelto un poco, por no decir extremadamente tóxico para nuestra salud mental.
Encontrar un equilibrio informático en un mundo donde el flujo constante de noticias y fotografías perturbadoras es inquietante, no es fácil. Es necesario protegerse, armarse de valor y dejar de consumir menos información negativa. Susan Sontag, en su libro Ante el dolor de los demás lo explica así: “Las personas no se acostumbran a lo que se les muestra, si esa es la forma correcta de describir lo que sucede, debido a la cantidad de imágenes que se les arrojan. Es la pasividad la que embota el sentimiento. Los estados descritos como apatía, anestesia moral o emocional, están llenos de sentimientos; los sentimientos son rabia y frustración”.
Entonces, ¿Se puede lograr alivio a través de la fotografía? La respuesta es sí. La fotografía tiene el poder de alegrar la vida. Tanto para el hacedor como el que la observa. Según el portal Sciencedaily, investigaciones realizadas por la Universidad de Lancaster en el 2018 descubrieron que tomar una foto diaria mejoraba el bienestar. ¿Beneficios? ¿Qué tipos de beneficios se logran?
La investigación documentó las fotos que hicieron las personas, el texto que agregaron a estas y cómo la gente interactuó con otras en el sitio de fotos donde fue publicado. Descubrieron que la práctica mejoraba el bienestar a través de: autocuidado, interacción comunitaria y el potencial de la reminiscencia. Menciona el informe que: “Tomarse un momento para estar atento y buscar algo diferente o inusual en el día se consideró como beneficios positivos para el bienestar de la práctica. El contacto en línea ayudó a las personas a manejar la soledad y el dolor, así como a conocer gente nueva con intereses compartidos”.
El primer premio en los Siena International Photo Awards 2021 fue otorgado al fotógrafo turco Mehmet Aslan. Este reconocimiento obedece a su autoría de la foto titulada “Las dificultades de la vida”. En ella se observa a un padre, refugiado sirio, levantando por los aires a su pequeño hijo. Lo que destaca de esa composición es que el hombre apoya el muñón de la pierna derecha sobre una muleta y el hijo carece de extremidades. Ambos sonríen en una evidente manifestación de felicidad.
Esta fotografía logra en el espectador una serie de sensaciones, encontradas algunas de ellas, más aún cuando se conoce la historia de quienes allí aparecen. Ambos son víctimas de la dolorosa guerra en Siria. El padre perdió la pierna por el estallido de una bomba y el hijo sufre una enfermedad debido a la inhalación por parte de la madre de gas nervioso utilizado en el conflicto.
¿Cómo víctimas de hechos tan trágicos pueden mantener ese excepcional estado emocional? Pareciera que el intercambio de miradas y las sonrisas de ambos opacaran la imagen de sus cuerpos mutilados y transmiten la fortaleza de su fe en el futuro. Llenas de sabiduría las palabras de William Shakespeare: “Prudente padre es el que conoce a su hijo”. Padre e hijo enlazados en el dolor, pero también en la alegría.
Aunque jamás se podrán transmitir las sensaciones que las experiencias generan, la fotografía nos facilita compartir percepciones y aprender de los otros.