En varias ocasiones, algunas personas me han sugerido que haga un podcast. “Es lo de hoy”, me dicen. “Es más libre, puedes hablar de lo que quieras, sin restricciones”. Sin embargo, me sorprende que pocos comprendan la verdadera diferencia entre hacer radio y hacer un podcast. No se trata solo de tener un micrófono en primer plano. Mira, no es que tenga algo en contra de los podcasts. De verdad. Son geniales, modernos, y todo eso. Pero ¿sabes qué? Es demasiado seguro para mi gusto.
Primero, debo decir que la radio es y siempre será uno de mis grandes amores. Lo que más me fascina de la radio es la emoción de lo impredecible. Es como un pequeño juego en el que cada palabra cuenta, donde cada segundo está cargado de responsabilidad y emoción. Por otro lado, el podcasting ofrece un entorno más controlado. Puedes grabar, pausar, editar… y aunque entiendo que para muchos esto es una ventaja, para mí es justo lo que le quita esa chispa de emoción, y mira que sé editar.
Hablando de esto, te cuento que en la actualidad grabo los programas de Diafragma 5.6 Radio y luego los subo al canal de YouTube. ¿Es eso un podcast? No exactamente. Subir programas a YouTube no se considera un podcast en el sentido tradicional. Se podría considerar un “vodcast” o simplemente contenido de audio en YouTube, pero no cumple con todos los criterios que definen un podcast clásico, los cuales a veces comparo con la estructura de las antiguas radionovelas venezolanas.
Hacer radio en vivo es una experiencia única, cargada de adrenalina y responsabilidad. La cabina se convierte en tu mundo, un espacio que compartes con el operador, los asistentes y los invitados. Cada palabra que dices, cada pausa que haces se transmite en tiempo real, y no hay margen para el error. O, mejor dicho, los errores ocurren, pero no puedes retroceder ni editar; debes resolverlos sobre la marcha, con la audiencia escuchando cada paso en falso.
Recuerdo una vez en la que entrevisté al fotógrafo Frand Beaufrand sobre su exposición fotográfica titulada Layers. Era un día como cualquier otro, pero en la radio, cualquier día puede convertirse en una lección inesperada. Durante la entrevista, me tocó pronunciar el nombre de su exposición en inglés, Layers. Sin embargo, entre los nervios y la velocidad del momento, lo pronuncié mal, diciendo liars en lugar de layers. Para quienes no lo sepan, liars significa “mentirosos” en inglés. ¡Tremenda metida de pata! Por supuesto, Beaufrand, con toda su amabilidad, sonrió y corrigió mi error sin hacerme sentir mal al respecto. Pero en ese momento, sentí el calor subiendo por mi rostro y el sudor frío corriendo por mi espalda. La audiencia probablemente sonrió con nosotros, pero para mí, fue un recordatorio de la presión y el cuidado que implica cada palabra que se dice en vivo.
Por otra parte, está el tema del compromiso ético. La radio tiene un código. En los podcasts, esa línea se desdibuja. Puedes decir lo que quieras, cuando quieras. Y yo, siendo una mujer que ha aprendido a medir sus palabras al milímetro, siento que me falta esa red de seguridad que ofrece la estructura radial. Ahora, no entiendo por qué hay tantos programas de radio sin contenido, llenos de gente mal hablada, que no aportan ni al entretenimiento ni al conocimiento. ¿Será que soy una extraterrestre o esto es lo que vende?
Incluso, cada cierto tiempo surgen nuevos locutores en nuestro país, ansiosos por comenzar sus carreras en el mundo de la comunicación. No hace mucho, asistí a una ceremonia de graduación en la Universidad Católica Santa Rosa, donde vi a muchos jóvenes, y no tan jóvenes, listos para lanzarse al mercado laboral. Sin embargo, me surge una pregunta: ¿Dónde podrán estos nuevos profesionales ejercer su vocación? La realidad es que la radio en Venezuela está en una situación crítica. La mayoría de las estaciones han cerrado, y las pocas que permanecen en funcionamiento son reacias a incorporar nuevos talentos sin pedir sumas exorbitantes, o prometiendo llamadas que nunca llegan. Esta situación resulta desconcertante. Les puedo contar bastante sobre esto.
Asimismo, cabe preguntarse si la creciente popularidad de los podcasts podría estar marcando el fin de las transmisiones de radio tradicionales. Mientras los podcasts se expanden y ganan terreno, es natural cuestionar si este nuevo formato está reemplazando a la radio, especialmente en un entorno en el que el medio tradicional enfrenta tantos desafíos. La pregunta se vuelve aún más relevante cuando consideramos la falta de oportunidades disponibles para los nuevos locutores y la transformación del panorama mediático.
Además, ¿Quién dijo que hacer un podcast es fácil? Hay gente que cree que solo necesitas un micrófono y una taza de café. ¡Ja! Qué equivocadas están. Es como decir que cualquiera puede ser chef con solo una sartén. Un podcast requiere un guion, planificación, edición… ¡y paciencia! Y a veces, lo que me falta es precisamente esa paciencia para sentarme a cortar y pegar. Yo soy más de “vamos en vivo y a ver qué sale”. Y aprovecho para decirles que hacer Instagram Live no es hacer podcast.
Finalmente, aunque la moda actual parece inclinarse unificar todo hacia el podcasting, no me cierro a explorar nuevas posibilidades, como lo hemos hecho con el contenido de Diafragma 5.6 Radio. Sin embargo, mi corazón sigue latente en la radio, donde el riesgo es tangible, las risas son en vivo y siempre hay espacio para sorpresas inesperadas, como la vez en que un gato decidió cruzarse en plena transmisión (sí, eso realmente ocurrió). Por ahora, seguiré aquí, disfrutando de cada momento en el aire y esperando mi próximo turno al bate. ¡Viva la radio, el caos y la espontaneidad! ¿Qué piensas al respecto?