Cuando los pioneros de la fotografía dieron a conocer su invento, se encontraron con un problema básico: no había persona que haya visto tal cosa ni sabía para qué servía. En el trascurso de la historia siempre ha habido discrepancia en acuerdo significante sobre lo que es y hace una fotografía. Aunque considero que desde su invención se hace terapia con ella, ¿para qué sirve?
Por lo general, he mantenido el pensamiento de que es una herramienta flexible. El simple hecho de capturar el momento, aprender a observar, detallar, ver en contexto, buscar ángulos que destaquen y transmita lo que nos interesa, enaltecer la belleza de todo aquello que nos rodea y facilitar el discurso visual, son las oportunidades y posibilidades que la fotografía nos ofrece como crecimiento y conocimiento personal creativo, lo cual proyectamos a otros. También trasciende límites y aumenta el conocimiento de problemas globales. Las técnicas aplicadas en la fotografía terapéutica están relacionadas con la comunicación emocional, no es necesario ser un profesional de la cámara.
La fotografía terapéutica puede ser el medio para aquellos con mayores dificultades. Puede ser practicada desde un nivel individual o grupal, carece de un terapeuta involucrado. Su primordial objetivo es fomentar cambios positivos en las personas e incluye el área social, aquí en la comunidad se persigue el bienestar, la coexistencia, minimizar la exclusión social.
Jo Spence fue una fotógrafa británica, pionera en el uso de la fototerapia. Esta artista al ser diagnosticada con cáncer de mama en 1982, rechazó los tratamientos convencionales y se enfocó en la terapia holística. Utilizó su experiencia fotográfica para documentar su propia convivencia y lucha contra esta enfermedad. Es aquí donde la fotografía nos permite conocer, comprender, analizar, vislumbrar el poder de comunicar nuestros sentimientos y emociones más íntimas. Las personas utilizan la cámara fotográfica como herramienta terapéutica, demostrando en imágenes el proceso de autodescubrimiento o autoexploración.
Desde otro ángulo y mucho más actual, es la experiencia de la fotoperiodista venezolana Ana María Arévalo, quien utilizó la fotografía terapéutica como herramienta de curación personal. Durante una entrevista conversamos sobre su serie fotográfica “El significado de la vida”, aquí documenta la enfermedad de su esposo Philipp al ser diagnosticado con cáncer testicular, “luego de ser operado, en el 2017 le detectan metástasis (…) lo primero que yo le pedí y le pregunté fue si le podía hacer una foto, (…) fue una manera en mi de procesar lo que estaba pasando, además tenía miedo, pensé, quizás estas serían las ultimas fotos que le estaría tomando a mi esposo”, comentó. Al vencer la batalla a esta terrible enfermedad, motivó a Ana ir más allá, exhibiendo las fotos como testimonio íntimo, una narrativa visual de fuerza, amor y superación, entre ella y su pareja.
Recordemos las imágenes del fotógrafo estadounidense Bob Carey, y que fueron virales en las redes sociales. Un hombre grande, gordo y velludo quien hiciera una serie de autorretratos vestido únicamente con el clásico tutú rosa de las bailarinas de ballet, se valió de la fotografía como terapia ligada con el humor. «El cáncer nos ha enseñado que la vida es buena. El tratamiento de la enfermedad es difícil y, a veces, lo mejor que podemos hacer es enfrentar un día tras otro, reírnos de nosotros y compartir nuestras sonrisas con otros», comentó en su sitio web “The Tutu Project».
La fotografía terapéutica desde el área social, promueve la integración, la coexistencia, el fortalecimiento de las comunidades, así como cambios sociales positivos. Ejemplo fue el evento organizado este 6 de junio por Ciudad Laboratorio, Asociación Civil dedicada a incidir en la experiencia y transformación urbana, por segunda vez consecutiva en lo que va de año ha integrado a la comunidad de Colinas de Bello Monte en actividades artísticas entre vecinos, dueños de locales comerciales, instituciones y personas interesados en el arte.
Hace poco, Espacio Anna Frank editó el libro “38 miradas para la coexistencia”, es sin duda alguna un trabajo sustentado en la fotografía terapéutica. Es la óptica de 38 adolescentes de la Escuela de Boxeo Jairo Ruza, ubicada en el barrio José Félix Ribas de Petare quienes se dieron a la importante tarea de retratar todo su entorno, con el fin de descubrirse desde todos los aspectos, alejándose en esos momentos de preocupaciones cotidianas.
En mi experiencia familiar, pude documental en el corto tiempo que estuve con mi abuela paterna su estado de pérdida de memoria. Poco a poco, pude ver cómo el Alzheimer iba deteriorando su desempeño de las actividades cotidianas. Haber utilizado la fotografía como herramienta terapéutica me permitió aceptar que se olvidó quien era yo, de conocer y de combatir el miedo a la enfermedad, al dolor y la muerte. Dando luz a la sombra.
Hola! Soy estudiante de Arteterapia en argentina. Estoy haciendo un proyecto sobre autismo. Porque tengo un hijo con TEA. Pero me queda pendiente estudiar fotografía. Me encanta capturar paisajes y el sol atravesando las hojas. Así q surgió la Fototerapia…. Me gustó mucho tu experiencia y tu blog. Lo voy a tener en cuenta para.mi proyecto. Muchas gracias por compartir.
Hola Mariela. ¡Me alegra mucho que te haya gustado! Éxitos con tus proyectos «Fototerapia».