Hace unos días, en reunión con amigos fotógrafos, surgió el tema sobre las nuevas tendencias en la fotografía digital y las aplicaciones disponibles para su uso. Poco a poco, la conversación toma otro giro en el grupo, surge un debate sobre los megapíxeles y los fundamentos de la fotografía. En primer lugar, los más nostálgicos del equipo argumentaron que, a raíz de su democratización, la forma de documentar la cotidianidad carecía de efecto visual.
Con cámara en mano, cualquiera puede realizar una foto debido a que sólo se debe apuntar, presionar y listo. Sin necesidad de conocimientos de los procesos creativos de la imagen: composición y buen dominio de iluminación, entre otros. Por otra parte, el resto consideró que hay otras formas de mirar y que es el boom de la fotografía social, que la vida es corta y hay que disfrutarla con lo que se tiene, haciendo buen uso, sin la necesidad de volver a los revelados de laboratorio en el cuarto oscuro.
Precisamente, no todo aquel que tenga un lápiz en la mano lo convierte en escritor, existe el analfabeto fotográfico. El avance tecnológico en oportunidades es respuesta a una demanda de la sociedad, haciendo creer al consumidor que se tiene pleno conocimiento y dominio en cómo se hace y qué significa una fotografía. Ya lo decía el crítico y curador Andy Grundberg “la libertad de un entorno de imágenes sin control puede resultar menos una bendición que una forma sutil de tiranía, y la democracia de la cámara un tipo perverso de fascismo”.
Para bien o para mal, los cambios siempre están ocurriendo y los fotógrafos están ahí, como los testigos y artistas que registran la anarquía y la belleza que nos rodea. Las actitudes evolucionan y nosotros como fotógrafos con ella, esto impulsa el cambio que observamos en nosotros mismos y en el mundo. Y, el mundo de la fotografía no es ajeno a esta fluidez perseverante y loca que, muy poco nos detenemos a reflexionar sobre cuán importantes progresos en la evolución del medio fotográfico se han logrado desde su descubrimiento hasta nuestros días.
El hecho que nuestros teléfonos inteligentes poseen herramientas para crear imágenes sorprendentes no debe ser motivo para subestimar las técnicas tradicionales. ¿Podemos pensar que las herramientas o aplicaciones más sofisticadas en nuestros teléfonos móviles nos hacen más competentes para crear mejores fotografías?
Me permito retroceder en el pasado, cuando aún no existían los teléfonos inteligentes, con la intención de destacar dos fotografías de dos grandes fotógrafos, que claramente para mí y para muchos son dignos referentes de la fotografía venezolana.
Al contemplar la fotografía titulada “Espacio” (1981) de Claudio Perna me recuerda a una mañana dominguera, con aroma a café recién colado, de esas que son totalmente silenciosas y tranquilas en el patio de la casa.
En este encuadre vertical, Perna, pionero y visionario del arte conceptual latinoamericano, nos muestra la mitad del perfil de un hombre oculto, en comparación al perro, quien considero protagonista de la escena. Estos reposan delante de una pared blanca en la que cuelga un balón dentro de una malla. Sin embargo, la procedente fuente de luz natural que ingresa desde arriba, proyecta dos sombras muy sutiles en la pared, una más intensa que otra, desplegándose por todo el muro. Provocando un doble encuadre en el piso y una sombra circular en el animal. Podemos pensar que es una mancha natural de este. Hay mucho que decir de esta imagen de Perna, es sin duda una imagen susceptible de interpretación y contentiva de magia.
“La hija de Paulino” (1978) de Bárbara Brandli, es un hermoso retrato en blanco y negro, realizado en Mérida. En este, figura una niña en primer plano posando con su muñeca. Las miradas de ambas nos invitan a recorrer el encuadre horizontal y conocer los hechos. Paulina soñadora nos narra una breve historia de su posible futuro, en cambio su inanimada compañera, toda “plástica” y con mirada fija, invita a contemplar la faena con los tres hombres ensombrerados quienes palean arduamente la cosecha.
Sobre comprender la imagen, Vilém Flusser menciona que “al descifrar las imágenes se debe tomar en cuenta su carácter mágico. Es un error descifrarlas como si fueran “eventos congelados”. Por el contrario, las imágenes son traducciones de hechos a situaciones; éstas sustituyen con escenas los hechos. Su poder mágico se debe a su estructura superficial, y su dialéctica inherente, sus contradicciones intrínsecas, debe considerarse teniendo en cuenta su carácter mágico”.
En conclusión, el desarrollo de la fotografía desde sus inicios hasta nuestros días, presenta un constante aumento de aparatos que nos dominan. No importa cuántos megapíxeles posee el equipo con el cual documentamos, lo que interesa es ejercer con respeto y significado. Solo basta investigar, leer y profundizar en el legado que nos han dejado todos aquellos fotógrafos que presionaron su obturador antes que nosotros.