El 11 de octubre se cumplieron 56 años de la muerte de la fotoperiodista documental estadounidense Dorothea Lange. Fueron 70 años de vida que, en resumen, dejaron una huella imborrable para el mundo del arte, el fotoperiodismo e incluso para la sociología, la historia y la economía.
Se trató de una mujer que pensaba «Te pones la cámara alrededor del cuello y te pones los zapatos, y ahí está, un apéndice del cuerpo que comparte tu vida contigo. La cámara es un instrumento que le enseña a las personas cómo ver sin una cámara».
Y no solo Lange logró enseñar como observar sin la lente, sino que logró sensibilizar a todo un país, sobre las consecuencias que en los ciudadanos tenía la Gran Depresión, ese desastre económico de los Estados Unidos ocurrido en la década de los años 20 y 30 del siglo pasado. Factor clave para documentar un hecho histórico tan importante, es la habilidad que poseía Lange para apreciar a los más impactados, a los más pobres, al ciudadano común, a los trabajadores de los campos y de las ciudades.
Hoboken hoy en día es una pequeña ciudad del condado de Hudson en el estado de Nueva Jersey. Allí nació Dorothea Margarette Nutzhorn el 25 de mayo de 1895. A la temprana edad de siete años sufre de poliomielitis lo que dejó huellas de deformidad en sus pies, pero no afectó en absoluto su personalidad que le permitió labrar su enriquecedora carrera.
Aunque sus primeros pasos fotográficos están conformados por la iniciativa de un estudio en la ciudad de San Francisco, salir de ese entorno próximo, cómodo y casi común de los fotógrafos de la época, más para una mujer, marcaría una substancial diferencia en su obra. Tanto fue su identificación con la gente, con sus realidades, penurias y necesidades, que en algunas de sus tarjetas de presentación colocaba “Dorothea Lange, la fotógrafa del pueblo”.
Lange en 1935 empieza a trabajar como fotógrafa para lo que más tarde se conocería como la Administración de Seguridad Agrícola de los Estados Unidos, y que inicialmente era conocido como la Administración de Reasentamiento Federal de California. Es en esa época, mientras trabajaba en conjunto a su esposo el economista Paul Schuster Taylor, que desarrolla una intensa y brillante obra fotográfica marcada por la humanidad y la conciencia social.
Una de las muestras más representativas del trabajo de Lange es el retrato titulado “Migrant mother” o “Madre migrante”, tomada en California durante la Gran Depresión (1936). En la foto en blanco y negro, aparece Florence Owens, una mujer con una mirada que marca la expresión de angustia y desesperanza de los más desfavorecidos. Sentada la acompañan dos niñas con el rostro hundido entre sus hombros y su espalda. Difícilmente alguien podría haber captado mejor en imágenes, el terrible momento por el que pasaba esa mujer, propio y común de muchas personas durante la época.
Entre los miles de fotografías también destaca “Comida para indigentes del Ángel Blanco” (1933). En un ambiente de trabajadores mientras la mayoría está de espaldas hay uno que destaca. Se encuentra apoyado sobre una baranda de madera, vestido con un abrigo oscuro y un sombrero que tuvo mejores días. Sus manos cruzadas pegadas al cuerpo ayudan a sostener un recipiente metálico que pareciera ser para comida. Aunque el rostro no se observa en su totalidad, la comisura de los labios, la tensión en la mandíbula y la barba de varios días, trasmiten necesidad, hambre y dolor.
Lange es conocida también por la censura de la que fue objeto por parte de la Autoridad de Reubicación de la Guerra de los Estados Unidos. Estas acciones estuvieron motivadas por el abundante registro fotográfico realizado alrededor de los campos donde fueron internados los norteamericanos de origen japonés. En las imágenes aparecían hombres, mujeres y niños en cuestionables condiciones que se pretendieron ocultar.
Lange no solo se dedicó a las actividades en su país. También entre los años 50 y 60, desarrolló proyectos en Irlanda, Asia y Egipto, que, junto a otras imágenes, esta vez sí de los Estados Unidos, vino a conformar sus últimos trabajos.
El Museo de Oakland de California, posee la colección más grande y detallada del trabajo de Lange. Cuando ella murió, su esposo donó al museo la biblioteca personal, documentos de interés artístico, seis mil imágenes impresas y aproximadamente veinticinco mil negativos.
En definitiva, Lange es reconocida como un modelo de mujer excepcional para su época, fotógrafa que, como pocos, pudo dejar una invaluable colección que, nadie mejor que ella misma para describirla: “Mi enfoque se basa en tres consideraciones: Ante todo: ¡Manos fuera! Aquello que yo fotografío, no lo perturbo ni lo modifico ni lo arreglo. En segundo lugar, un sentido del lugar. Lo que yo fotografío, procuro representarlo como parte de su ambiente, como enraizado en él. En tercer lugar, un sentido del tiempo. Lo que yo fotografío, procuro mostrarlo como poseedor de una posición dada, sea en el pasado o en el presente”.