El COVID-19 es una pandemia que ha generado a nivel global variadas consecuencias de diversa naturaleza. Hasta ahora, prácticamente nos encontramos tratando de determinar la mejor ruta a seguir, en medio de una gran incertidumbre. El hecho de no tener información suficiente, como para definir el futuro con un grado aceptable, ya es motivo de preocupación. En lo que sí parecieran estar de acuerdo los líderes de diversas disciplinas, es que existe entre otros, un costo económico que habrá que pagar.
En este caso, una recesión que afectaría el crecimiento económico y por ende la calidad de vida y esperanzas de crecimiento de la sociedad. Bancarrotas, desempleo, baja productividad y cierre de empresas, parecieran ser términos para los que debemos estar preparados.
Por lo general, las recesiones de los Estados Unidos son las más conocidas, dado los impactos que han generado en otras economías. Entre 1937 y 1938, la conocida como recesión de Roosevelt trajo entre otras consecuencias más de cuatro millones de desempleados. Como recesión “de la Unión” se conoció la ocurrida en 1945 y que con una duración de nueve meses produjo una reducción del 11% del Producto Interno Bruto. En los siete primeros meses del año 1980 la inflación alcanzó el 13,5% y el desempleo el 7,8% en lo que se llamó la “recesión de la crisis energética”. Ya más recientemente entre el 2007 y el 2009 trascurriría la “gran recesión”, motivada el colapso de la burbuja inmobiliaria.
Las recesiones generan la natural preocupación y ocupación de profesionales de diversas disciplinas quienes, de una forma u otra, aportan de acuerdo a cada especialidad y a sus recursos. Esto, por ejemplo, sucede con los fotógrafos los cuales una vez más se convierten en protagonistas del registro de la historia. Uno de los exponentes de gran impacto es la fotógrafa estadounidense Dorothea Lange, de la que hoy 26 de mayo se conmemoran 125 años de su nacimiento.
Lange ha sido objeto de numerosos reconocimientos por su obra como, por ejemplo, Peter Schjeldah en The New Yorker la considera como “la principal fotógrafa del drama humano de la Gran Depresión”. Schjeldah muy acertadamente, recomienda no perder la oportunidad de ver la obra de Dorothea Lange en la exposición virtual del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
¿Quién fue Dorothea Lange y cómo se ganó un sitial de reconocimiento internacional? Se trata de una fotoperiodista documental que inició sus primeros aprendizajes de la fotografía en la Universidad de Columbia como alumna de Clarence H. White, estadounidense conocido entre otros, por ser el cofundador de la photo-secession, movimiento artístico cuyo nombre obedeció al deseo de homenajear al simbolismo y la trasgresión vienesa del siglo XIX.
La “Crisis del 29” como también se le conoce a la “Gran depresión”, inicia en Estados Unidos en 1929 como consecuencia de la caída de la bolsa de valores de Nueva York y dura hasta principio de la década de los cuarenta, tras haberse extendido a casi todos los países del mundo.
Entre 1935 y 1939 se considera el lapso en el que Lange realiza la mayor cantidad de fotografías cuyo motivo eran las consecuencias de la depresión en la sociedad. Su atención se enfocó en los pobres, los más desposeídos, campesinos, inmigrantes, familias fracturadas, a todos aquellos que vivían en carne propia los efectos de la crisis económica. Se piensa que su exitosa experiencia previa como retratista en su propio estudio en San Francisco, fue un factor clave que le permitió posteriormente, desarrollar una obra fotográfica que ha sido calificada como arte.
Haber sido contratada por la administración federal de los Estados Unidos y la participación en el trabajo de su esposo, el economista Paul Schuster, le permitieron lograr un particular acercamiento a sectores de la población en diversos estados. Si bien es cierto que Lange llevaría a cabo otros proyectos, como el de la cobertura de la reubicación de japoneses estadounidenses a campos de concentración después del ataque de Pearl Harbor, la calidad e impacto de sus imágenes de la depresión son las que más destacan.
Por ejemplo “Madre inmigrante” tomada en 1936, “Tennesse” (1938), que forman parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York o “Jóvenes sin dinero y sin hogar haciendo autostop familiar” (1936) y “Migrante de Oklahoma estancado en el desierto de California” (1937), logran aún hoy no sólo trasladar a quienes las observan a una etapa de la historia, sino hacerles sentir el impacto emocional de la recesión, el hambre, las carencias, las arrugas en la piel, la exposición a la intemperie, las miradas vacías de esperanza, los gestos de tristeza. El reconocimiento a su trabajo fue casi unánime lo que la hizo objeto de numerosos premios y exposiciones.
A partir de 1955 y durante diez años viajó por América del Sur y el Oriente Medio, enriqueciendo aún más su ya valioso banco de imágenes. Murió de cáncer en 1965, a los 36 años.